CAPITULO l ELISA
CAPITULO l
Allí estaba, terminando el orden de muchas palabras que durante una tarde se hicieron esquivas y ahora se vencían ante la insistencia de su creadora. Aquella mujer, la del cubículo de la esquina del corredor más oscuro e inhóspito de la sala de redacción, vuelve a leer el artículo por última vez y finalmente se levanta y lo entrega al editor. Para tal faena, la mujer ya ha tenido que caminar más de dos cuadras, lo que dista entre su escritorio y el de los seres que laboran en este lugar. Elisa, nadie extraña ese nombre porque muy pocos la conocen. Es la asistente de EC, director del periódico, pero apenas ella lo sabe.
Cuando la sala suele asfixiarse a diario del humo de los grandilocuentes escritores, poetas, y otros animales de la fauna literaria, Elisa ya se ha sentado en su escritorio que mira de espalda.
Si alguno escasamente sabe de su existencia, es el editor, pero apenas alcanza a adivinar la primera letra de su nombre, para luego seguirla llamando Eloisa, error que Elisa no ha querido arreglar, tal vez porque siente que sería un desgaste inútil.
Xxxx se ha percatado del color de su pelo, y hasta el de su blusa de hoy, pero con los días, aquel recuerdo se olvida en el perfume y las faldas de otras tantas secretarias que deambulan confundidas entre cartapachos de papeles y recibos, usando de vez en cuando la máquina de hacer palabras.
El artículo que llegó a manos del editor parece tener el toque del director, un poco cursi, como todos ya lo han sentido. En el lado inferior izquierdo, sella con su rúbrica de siglas que le dan crédito, Eduardo Cano, director. Es raro leer un mensaje editorial sin alguna observación política o algún asomo de gustos varoniles, que aplaudan al menos el lanzamiento de un nuevo artículo para afeitar o las glorias de un deporte nacional. Por el contrario, en la editorial siempre se siente una infantil alusión a la familia, a los animales domésticos y hasta se le rinde admiración a cualquier nuevo jarabe para la tos. EC no lo sabe, pero muchos ya han puesto en entredicho su actual reputación que inicia en su nombre de Eduardo, singular de sufijo masculino, y termina en el apellido que lleva con orgullo su esposa y sus hijos.