Wednesday, June 13, 2007

La eterna fragilidad del pie




Suena a una novela de Kundera, y es que me resultó de agrado cambiar levedad por fragilidad, para hablar hoy de un tema que a muchos obsesiona y que a otros fastidia: los pies.

Los pies: extremidad de cualquiera de los dos miembros inferiores del cuerpo humano, que sirve para sostener el cuerpo y permitir su movimiento.

De pequeños, los pies son la adoración de los padres, al punto que llegan a ponerles apodos- "mi padre les decía a los míos tamalitos"-. Era una belleza observar mis pequeñas y poco finas extremidades sin la llamada curvatura- plano problema que al fin tuvo que curarse con los famosos zapatos ortopédicos-.

Con los años, aquellos diminutos panecitos infantiles se convierten en fuente inagotable de bacterias malolientes que infestan el interior de una botas de plástico. Estos adminículos, comprados por los padres para el confort pédico del hijo, y que vienen con la imagen de diferentes héroes de caricatura, representan el lugar por excelencia donde la conocida pecueca tiene nacimiento, para el placer de todos en la familia.

Recordado es el momento, al terminarse un paseo de finca, en el que los pies de los niños hacen aparición por fuera de la bota, luego de una jornada extrema de encharcadas y embarradas con una media fermentada, que le ha dado a estos miembros, además de un intenso olor a queso azul, el aspecto de una piel sin vida con escamas.

Pasado más tiempo, durante la edad adulta, el pie debe lidiar con infinidad de dolencias, producidas por la misma negligencia de su dueño, que no se fija cuando hay que cortarse las uñas, por ejemplo- estos son otros miembros desgraciados y desagradecidos, porque crecen hasta después de muertos- que se entierran sin piedad y lo dejan lisiado para el acto diario de caminar.


A esta variedad torturas, se suman otras populares como los callos- fruto de una cuádruple tortura que el dueño decide imputarle a los pies con el uso de un tacón, algo así como un cuchillo mortal, con la capacidad de deformar cualquier belleza que alguna vez ostentó aquel miembro.

Y qué decir de los clavos, algo de lo que saben más las abuelas- eso sí suena a tortura- "Me salieron unos clavos en los pies", así me dijo una tía abuela hace un tanto.

Lo cierto es que lo que antes fuera un motivo de elogios cuando éramos pequeños, de grandes es el tema al que no se debe llegar. A excepción de las mujeres que hablan de su pedicure, único premio estético al que pueden aspirar los pobres, nunca he oído que alguien enfatice en sus plantas o el talón, porque allá también hay pie.

Muchos hombres y mujeres se erizan al hablar de pies, y aseveran, que si su mujer o consorte tuviera los pies feos, de ipsofacto lo dejarían.
Al final, los pies, infatigables amigos que nos han llevado y traído por la vida, terminan, con los años, arrastrando la enfermedad de la vejéz, volviéndose inservibles, por eso solicitamos en algún momento el bastón, para ayudarles un poco en aquello que ya no pueden lograr: sosternernos.
A mi abuela le tuve que cortar las uñas hace poco-no puede ya cortarlas ella misma-, y, como una especie de samaritana en tiempos biblicos, me tocó lavarle los pies. Esto es algo que nadie podría hacerle, dado el estado lamentable en que se encuentran sus extremidades,(¿saben a lo que huele la uña cuando se pudre por la humedad?, todos os que nos cortamos las uñas sabemos). Mientras sudaba tratando de encontrar una forma para no herirla, y cortar en el lugar correcto de la larga uña que se encorvaba como un viejo caracol alrededor del dedo, comencé a pensar en la fragilidad de nosotros mismos, en la fragilidad de nuestro cuerpo. "...Ahora ya camina lerdo"..., dice Piero, y es así como anda mi abuelo con sus pies, y lo regaño a veces, y me pongo a ver si es que son sus zapatos que están dañados, pero es él, son sus pies, y su inevitable desgaste.
Y ésta, entonces, es una corta reflexión sobre los personajes que olvidamos- siempre es que están muy lejos del resto del cuerpo para alcanzarlos bien y verlos con detenimiento-: nuestros pies.
Ciao
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