Prosa al Litoral (del que venimos)
Dejamos el litoral, en esa confianza ciega de salir de casa, lejos de ese tumbe hermoso y veraniego que nunca cambia; dejamos tu país y le hicimos tregua a mi abatimiento precóz.
Recordás cuando nos sentábamos antes de partir?. Desde lo profundo del mar nos venía un soplo más como la brisa a la procura de esa madera dura y desabrida y nos envolvía para dejar de pensar en esos picos incansables.
Y como nos esperan cada año; cada año crecen, impacientes. Son esas cosas que no vimos, el desasosiego infaltable que nos persigue que nos pesa acá de lejos. Siempre fuimos más de lo que pensamos ser, de lo que nos dejó ser esa tierra estrecha que no alcanzaba ni para sostenernos los pies. Pero buscando la independencia de lo que fuimos y de donde vinimos, perdimos la libertad; se nos van quedando los momentos detrás, se nos ancla el alma en las cimas que siempre nos rodearon, en el espacio pequeño que nos separó siempre en la infancia. Sólo es cuando llegás que lo llenás todo, haciendo ese espacio de por medio, inservible en el recuerdo, en ese cosquilleo geográfico que nos acerca, ese calor que no nos quitan y nos bulle, que me contagia ya de las ganas de tenerte, procurando no molestar las mariposas que revolotean a mi paso.
Y me trasnocho por ver las estaciones posarse en la ventana, como si no existieran, dejarme llevar por el cierre de tus ojos, y esos picos lejanos a los que se que pertenezco y me hacen olvidar todo lo que extraño, saber que no se borran.